fuerza racional que el tema necesita, para ello se ha valido
de una técnica depurada, estableciendo sus límites en la
formulación clásica. La inquietante y persuasiva mirada
de la escultura recoge al espectador en una serenidad
contemplativa. Buen tratamiento de los detalles: pelo,
diadema laureada, cenefas, etc. “No hay poder más eterno
que el eterno poder del arte”, dice Salvador Amaya, a la
hora de valorar la vida que el bronce o la piedra silencian.
Antonio Pascual Alcaide